jueves, 10 de abril de 2008

Mi milagrito

La conciencia de mi fe partió cuando yo era muy, muy chica, no recuerdo la edad exacta, pero deduciéndola por el paquete de mi mamá en brazos creo que más menos a los 6-7 años.
antes de seguir, deben recordar lo miedosa que era de niña: la oscuridad era el motivo de llantos, insomnio, de que llamara mis papas para que se acostaran conmigo, etc
continuo:
Estaba con mi mamá en el living de mi casita, yo vivía en la florida, era una casa mas chiquitita de la de ahora, y llaman por telefono, era mi tía Yaya, una blanquita con un afro gigante (tal vez no era taaaaan grande y porque yo era muy chiquitita, ya que siempre fui la mas chica de mi curso hasta más menos sexto básico, lo veía mas grande), en fin escuchaba a mi mamá decir que iríamos "por supuesto" y que si nos podían traer de vuelta, pero que nosotras nos ibamos de principio. Escuchando eso me puse ansiosa, cuando ella colgó le pregunte de inmediato que pasaba y me contesto que iríamos al cumpleaños de la tía Yaya en la noche.
Para mi salir de noche era toda una tortura y más aun si era ir para allá porque significaba ir lejos, caminar solas un pedazo de tierra (que hasta de día me daba miedo) en un lugar que yo sabía no era seguro.
le rogué toda la tarde llorando que no fuéramos, que me dejara en la casa sola, no importaba, que fuéramos con mi papá, pero mi mamá me respondió siempre que no, no y no, además mi papá llegaba en la noche y no le había dicho nada.
cuando ya estaba oscuro, mi mamá me vistió (o me mandó a arreglarme) yo seguí llorando, creo que lo desesperada de ese día solo lo he revivido ocasiones contadas con las manos.
Ella bajo, y yo corrí ya lo más angustiada del mundo a un cuadro de la virgencita con el niño Jesús guaguita en brazos, recé y recé pidiendole que por favor hiciera algo, que no me dejara salir. Aun me veo diminuta, de rodillas con las manitos enlazadas y llorando, en fin mi mamá ya me llamaba para salir y no me quedaba otra que bajar.
Cerrando la puerta por fuera veo en la reja a mi papá (llegando más temprano), que nos pregunta adonde vamos, y cuando yo le digo, él no nos deja ir, le dice a mi mamá que mire como yo estoy, que es peligroso y nos hace entrar ( mi mama le alegaba).
Apenas volví, corrí al segundo piso de nuevo de rodillas, pero esta vez tranquila agradeciendo todo.
Para mi esto fue un milagrito, puede sonar absurdo, infantil, muy ñoño y nada de magnifico, pero para mi es el hecho más grande que me pudieron haber dado en ese momento y nunca he podido olvidarlo.

Otra vez también trate de escribirlo y me pasó lo mismo que ahora cuando lo anotaba, esa sensación de que estaba mal y debía borrarlo, pero no quise hacer caso, es como temer a escribir.

1 si tú lo dices...:

Unknown dijo...

Holas Muriel!!
Como estas? Espero que súper.

Bonita tu historia, esos son los pequeños milagritos que nos hace Diosito para que siempre lo tengamos en cuenta, él no falla jamás.

Cómo va la PUC? Yo por mi parte he tenido una semana de locos, con muchos certámenes. Pero bueno, así es la vida universitaria.

Te mando un beso enorme y muchos cariños.

Chaitozzzz