Siempre he preferido viajar en bus o en auto antes que cualquier otro medio de transporte, antes que el auto elijo el bus, viajar eso si, sin nadie al lado, sola.
Hoy mientras lo hacía, miraba los lugares que ví desde chica y me di cuenta cuan duros están, al igual que yo, esos parajes verdes y frescos, que ocultaban a la Caperucita Roja en mis fantasías, eran totalmente diferentes a los de antaño: secos, cementados, quemados y a veces irreconocibles, como yo.
No se trata de condolerme con el paisaje, sino de poder percibir o darme cuenta que me falto poner mucha, pero mucha atención.
Poner atención, en eso radican la mayoría de las cosas, en ese pequeño error de no vernos, de mirar solo lo que tiene que ver con nosotros, en ignorar o pasar por alto que en lo demás hay vida y que esa no vale menos que la mía, sino lo mismo y que cualquier cambio en ese globo mundial y/o universal nos afecta aunque sea en lo mas mínimo.
Hoy me di cuenta que me afecta ver el paisaje como lo vi, hoy me di cuenta que me puse triste al irme de viña, que soy regalona, que estoy enamorada hasta las patas, que cuando hay pizza la dieta no cuenta y que quiero a mi familia y a mis amigos, que son pocos, pero son los mejores.